Dos amigas salen a divertirse en la noche. Van vestidas y maquilladas como si fuesen a posar frente a las cámaras en una alfombra roja. En realidad, no hay nada que celebrar y precisamente por ello es importante salir a divertirse esa noche. Hace mucho que no se ven. Una se ha mudado del pueblo y vive una vida apacible en algún lugar de España, cuidando de su marido y sus hijos. Ramona, la heroína de esta historia, se ha quedado en el pueblo pesquero gallego donde transcurre la historia, intentando sobrevivir en mundo que parece no dar tregua a su existencia. La empresa de limpieza en la que trabajaba hacía muchos años ha cambiado de dueños, y frente a la injusticia de las nuevas condiciones, nuestra heroína ha renunciado. Su hija de dieciocho años ha dejado los estudios para irse a vivir con su novio, quizás sea esto lo que más le pesa, y en medio de todo este mal trago, su marido, un hombre borracho y abusivo, enturbia aún más el panorama. Así pues, las dos amigas se encuentran, para celebrar la nada, la lucha, la existencia de ambas. Van al bar de confianza en el que se emborrachan, fuman, bailan, se defienden de hombres borrachos que intentan acosarlas. Esta noche termina, como debería terminar una noche inolvidable, frente al mar, con los tacones en una mano, una botella de alcohol en la otra y una pelea innecesaria entre las dos amigas que termina por arruinar el momento.
Lo que acabo de contar suena a lugar común, lo sé: la mujer trabajadora, el marido borracho, una hija rebelde, la carencia, etcétera, etcétera. La situación de precariedad de muchas madres trabajadoras en España y en cualquier lugar del mundo se ha representado en el cine innumerables veces. Sin embargo, Álvaro Gago logra en su debut como director retratar la particularidad de esta mujer, con sus luces y sus sombras sin intentar vender al espectador la imagen en blanco y negro de la mujer abnegada, víctima de sus circunstancias. Por su parte, la interpretación de María Vásquez construye un personaje lleno de matices cuyas capas y facetas descubrimos en cada decisión, en cada uno de sus gestos.
En esta película nadie ha muerto, nadie está enfermo, ni siquiera hay grupos criminales involucrados y, sin embargo, una angustia existencial marca el tono a lo largo de toda la trama. Esta angustia es la de tantas mujeres que luchan día a día por sobrevivir en condiciones adversas. En ese contexto, Matria fija su mirada en el universo de aquellas mujeres que, a pesar de vivir en un en un mundo capitalista y patriarcal que no les ofrece nada más que migajas, se las arreglan para tener dos trabajos, renunciar a uno de ellos por principios, cuidar de otros, salir a bailar con amigas y, en ocasiones, intentar ser felices. Una historia conmovedora que explora la belleza en medio de la zozobra.
Luisa Mendoza