El silencio de una mansión rodeada de naturaleza en la región pampeana de Argentina. El sonido de los animales de granja que logran entrar en la casa y explorar con curiosidad infantil los tesoros que esta alberga.
Justina (Justina Olivo), una mujer indígena, ha heredado la mansión en la que ha trabajado como empleada doméstica desde niña, con la única condición de que jamás la venda. Ahora la habita con su hija Alexia (Alexia Caminos Olivo), quien la ayuda a mantener la casa a través de la venta de animales. Mientras Justina se aferra a su legado, su hija anhela llegar hasta la ciudad y desarrollar su interés por la mecánica y los coches.
«El Castillo» retrata la relación madre-hija en un contexto de dificultad económica y estigma social. Resulta conmovedor presenciar el día a día de dos mujeres que, a pesar de ser dueñas de la gran propiedad, desempeñan el rol de «sirvientas» cada vez que la familia de la difunta vuelve a la casa. Quizás el largometraje pretenda mostrar esta paradoja para poner de relieve la gran desigualdad social que existe en Argentina. Escenas cotidianas como alimentar a los animales o darse una ducha sin agua corriente nos trasladan a la sencillez dentro de lo ostentoso, la fuerza vital y el trabajo diario contra el paso del tiempo y la decadencia, el amor propio y la perseverancia contra un sistema social jerárquico. La inminente marcha de Alexia a la ciudad que desata el miedo de Justina a perder a su hija, también nos deja momentos tiernos, agridulces y reales con los que muchos espectadores podrán sentirse identificados.
Margarita Fernández