El candidato español para el Oso de Oro de esta Berlinale “20.000 especies de abejas” significa un debut tanto para su directora vasca Estibaliz Urresola Solaguren como para su impresionante protagonista, la joven Sofía Otero. Interpreta a Cocó, chica de ocho años, quien, sin embargo, para la mayoría de la gente en su alrededor, es el chico Aitor. Así es como tiene que ser y nada más es aceptable.
Mucho se trata de nombres y que designan y definen. Definitivamente, Aitor no es el nombre adecuado para plasmar lo que es, al menos por dentro, la realidad. Cocó no se siente tan mal, pero tampoco se siente cierto. En consecuencia, Cocó preferiría no ser llamado por ningún nombre. ¿Quién soy, por qué soy como soy? ¿Y por qué eres tú como eres y obviamente te sientes bien con esto? Su madre Ane (Patricia López Arnaiz) muestra mucha comprensión y empatía a pesar de sus propios conflictos personales. “Puedes ser quien quieras”, es su simple respuesta. Pero no es tan simple. También Ana se da cuenta tarde de los desafíos que su hija ha enfrentado en la escuela y en la vida ya durante mucho tiempo, profundamente inseguro e incomprendido en su propia piel. Y que, a pesar de toda empatía materna, no basta con desterrar categorías como típicamente masculina y típicamente femenina de la vida familiar. Porque Cocó quiere ser niña, no algo o alguien más allá de eso.
Durante una visita familiar al País Vasco, viejas heridas y dolores resurgen en torno a la búsqueda y las preguntas de Cocó. Cocó sufre las discusiones y susurros sobre su persona, pero también conoce a una amiga quien cambia su biquini por los calzoncillos de Cocó como si fuera la cosa más normal del mundo. Trabajando con las colemenas de su resuelta tía abuela Leire (Itziar Lazkano) Cocó puede relajarse. Y también con las abejas ella es por primera vez con toda certeza quién será en el futuro: Lucía.
Si hay 20.000 especies de abejas, parece el lema de esta película, ciertamente hay más de una forma de ser humano.
Kristin Wolter